Historia de los Herechos Humanos

La existencia de los derechos subjetivos, tal y como se piensan en la actualidad, fue objeto de debate durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Habitualmente se dice que los derechos humanos son producto de la afirmación progresiva de la individualidad y, de acuerdo con ello, que la idea de derechos del hombre apareció por primera vez durante la lucha burguesa contra el sistema del Antiguo Régimen.
Siendo ésta la consideración más extendida, otros autores consideran
que los derechos humanos son una constante en la Historia y hunden sus
raíces en el mundo clásico
Sociedad grecorromana
En la Grecia antigua en ningún momento se llegó a construir una noción de dignidad
humana frente a la comunidad que se pudiera articular en forma de
derechos, sino que se entendió que las personas pertenecían a la
sociedad como partes de un todo y eran los fines de ésta los que
prevalecían.
La única oposición a la tiranía se sustentaba en la apelación a la Ley
divina como opuesta a la norma, como se muestra en el mito de Antígona, plasmado por Sófocles en la obra trágica del mismo nombre.
La sociedad griega se dividía en tres grupos principales: los ciudadanos, los metecos o extranjeros y los esclavos. La esclavitud se consideraba natural, lo que se refleja en la afirmación de Aristóteles,
para quien "es evidente que los unos son naturalmente libres y los
otros naturalmente esclavos; y que para estos últimos es la esclavitud
tan útil como justa". La organización política se estructuraba en polis
o ciudades-estado: para los griegos, la sociedad era una consecuencia
necesaria de la naturaleza humana. En este contexto, las teorías
políticas de Platón y Aristóteles hicieron un gran hincapié en el concepto de bien común. Para Platón, agrupados los hombres en sociedad, ésta se configura en la polis, cuyo bien común se sobrepone al bien particular de los individuos que lo componen. La justicia, a su vez, es la salvaguarda del bien común, y se expresa a través de las leyes, que son los instrumentos que permiten la consecución del bien colectivo e individual.
No obstante, en su afán por alcanzar una sociedad perfecta, Platón
llegó a recomendar dar muerte a los recién nacidos deformes o
enclenques, y matar o desterrar a los insociables.
Aristóteles también consideraba que el hombre era un ser social y que no podía realizarse fuera de la familia
y la sociedad, por lo que también subordinaba el bien individual al
bien común. Además, al definir la ciudad como una comunidad de
ciudadanos libres, redujo el bien común al bien de un grupo social determinado que excluye a las mujeres, los extranjeros, los obreros y los esclavos.
Sobre esta visión se sustenta la idea aristotélica de la justicia que afirma que «es tan justa la igualdad entre iguales como la desigualdad entre desiguales».
Ya en la decadencia de la cultura griega, conquistada la Hélade por Roma, se extendieron filosofías que ponían el acento en la búsqueda de la felicidad individual: entre ellos, el epicureísmo y el estoicismo. El estoicismo consideraba la razón humana como parte de un logos divino, lo que contribuyó a concebir al hombre como miembro de una familia universal más allá de la polis. Séneca, Epicteto, Marco Aurelio o Cicerón fueron algunos de los que extendieron la filosofía estoica por el mundo latino.
Influencia del cristianismo
La filosofía estoica, difundida en la sociedad grecorromana, concibió la idea de cosmopolitismo, a la que el cristianismo dio un sentido más espiritual para afirmar la igualdad de los hombres en tanto que ciudadanos del Reino de Dios y su dignidad; no obstante, según Luis de Sebastián,
para los teólogos cristianos medievales la igualdad teológica era
compatible con la desigualdad social: las personas nacían con un estatus
social que, de acuerdo con los designios divinos, era el más adecuado
para su salvación.
El cristianismo, derivado de la religión judía, heredó de ella, entre otras, la tradición del mišpat,
un concepto jurídico de rica amplitud semántica. Indica las decisiones
judiciales y el juicio legal justo; en relación con el Derecho, aquél
que se manifiesta en la defensa de los pobres y oprimidos y que se
vincula a su vez con los bienes mesiánicos que se esperan.
Dado que, hasta la modernidad, el término derecho se atribuía
principalmente a "lo justo" como orden objetivo, en el pensamiento
cristiano antiguo o medieval no existió una referencia explícita a los
derechos humanos; pero sí un reconocimiento de exigencias de justicia que descendían de esta tradición judía. Por ejemplo, el Nuevo Testamento contiene enseñanzas contra la injusticia, el homicidio, el robo, la calumnia o el egoísmo en el uso de los bienes. En la Epístola de Santiago, el apóstol denunció a los empleadores que no pagan a sus empleados sus justos salarios. El cristianismo fue gradualmente derramando su doctrina en el derecho romano,
mejorando la situación de los esclavos, de los hijos y de las mujeres,
cuyo estatus en la subcultura cristiana era mucho más alto que en la
grecorromana. En el plano económico, condenó la usura y la explotación, estableciendo las bases de la doctrina del justo precio.
Tales ideas fueron desarrolladas por los Padres de la Iglesia, proclamando un sentido social y limitado de la propiedad y de la ley. Pero fue Tomás de Aquino quien asentó las bases del orden jurídico medieval, retomando ideas de Aristóteles y Agustín de Hipona
y afirmando que existe, además del derecho positivo determinado y
establecido por los hombres, un derecho natural, propio de la criatura
racional, que ningún hombre ni ningún gobierno puede desconocer.
La doctrina cristiana postulaba la existencia de dos reinos, el temporal y el espiritual, siguiendo la distinción hecha por Jesús de Nazaret («Dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»). Ante el problema de la conciliación de los intereses individuales y los sociales, Tomás de Aquino afirmó en su obra Summa Theologiae
que si existía un conflicto entre lo social y lo individual en el seno
del mundo material, debía prevalecer el bien común. Pero, por el
contrario, si el conflicto afectaba a la esfera íntima del ser humano y a
su salvación, en ese caso prevalecería el bien del hombre frente al de
la sociedad.
En este ámbito, de existir un conflicto patente entre el Derecho
positivo y el Derecho natural, del pensamiento tomista se desprende la
existencia de un derecho de resistencia contra el arbitrio de los
gobernantes.
Conformación del concepto
La idea del derecho subjetivo, básica para concebir los derechos humanos, fue anticipada en la baja Edad Media por Guillermo de Ockham, que introdujo el concepto de ius fori o potestad humana de reivindicar una cosa como propia en juicio. La escolástica española insistió en esta visión subjetiva del Derecho durante los siglos XVI y XVII: Luis de Molina, Domingo de Soto o Francisco Suárez, miembros de la Escuela de Salamanca, definieron el derecho como un poder moral sobre lo propio.
Aunque mantuvieron al mismo tiempo la idea de Derecho como un orden
objetivo, enunciaron que existen ciertos derechos naturales, mencionando
tanto derechos relativos al cuerpo (derecho a la vida, a la propiedad)
como al espíritu (derecho a la libertad de pensamiento, a la dignidad).
El jurista Vázquez de Menchaca, partiendo de una filosofía individualista, fue decisivo en la difusión del término iura naturalia. Este pensamiento iusnaturalista se vio auspiciado por el contacto con las civilizaciones americanas
y el debate producido en Castilla sobre los justos títulos de la
conquista y, en particular, la naturaleza de los indígenas. En la colonización castellana de América,
se suele afirmar, se aplicaron medidas en las que están presentes los
gérmenes de la idea de derechos humanos. No obstante, algunos critican
que, en la práctica, estas medidas fueron formuladas para lograr
objetivos de colonización. El pensamiento de la Escuela de Salamanca, especialmente mediante Francisco Suárez y Gabriel Vázquez, contribuyó también al impulso del iusnaturalismo europeo a través de Hugo Grocio.
Durante la Revolución inglesa,
la burguesía consiguió satisfacer sus exigencias de tener alguna clase
de seguridad contra los abusos de la corona y limitó el poder de los
reyes sobre sus súbditos. Habiendo proclamado la Ley de Hábeas corpus en 1679, en 1689 el Parlamento impuso a Guillermo III de Inglaterra en la Bill of Rights
una serie de principios sobre los cuales los monarcas no podían
legislar o decidir. Se cerró así el paso a la restauración de la
monarquía absoluta, que se basaba en la pretensión de la corona inglesa
de que su derecho era de designio divino. Según Antonio Fernández-Galiano y Benito de Castro Cid, la Bill of Rights
puede considerarse una declaración de derechos, pero no de derechos
humanos, puesto que los mismos se reconocen con alcance nacional y no se
consideran propios todo hombre.
Durante los siglos XVII y XVIII, diversos filósofos europeos desarrollaron el concepto de derechos naturales. De entre ellos cabe destacar a John Locke y Voltaire,
cuyas ideas fueron muy importantes para el desarrollo de la noción
moderna de derechos. Los derechos naturales, para Locke, no dependían de
la ciudadanía ni las leyes de un Estado, ni estaban necesariamente limitadas a un grupo étnico, cultural o religioso en particular. La teoría del contrato social, de acuerdo con sus tres principales formuladores, el ya citado Locke, Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau, se basa en que los derechos del individuo son naturales y que, en el estado de naturaleza, todos los hombres son titulares de todos los derechos. Estas nociones se plasmaron en las declaraciones de derechos de finales del siglo XVIII.
La causa directa del nacimiento de los derechos humanos, desde una perspectiva sociológica, ha sido también un importante objeto de debate. Por una parte, Georg Jellinek
ha defendido que los derechos humanos estaban directamente dirigidos a
permitir el ejercicio de la libertad religiosa; por otra, Karl Marx afirmó que se deben a la pretensión de la burguesía de garantizar el derecho de propiedad. Max Weber, en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, afirma que existiría una conexión entre la ética individualista en que se basaron los derechos humanos y el surgimiento del capitalismo moderno.
Revoluciones burguesas y positivación de los derechos humanos
Fruto de este influjo iusnaturalista, los derechos reconocidos tienen vocación de traspasar las fronteras nacionales y se consideran "derechos de los hombres". Aunque el primer uso constatado de la expresión "derechos del hombre" (iura hominum) se produjo ya en 1537, en un texto de Volmerus titulado Historia diplomática rerum ataviarum, la denominación no se popularizó entre la doctrina hasta finales del siglo XVIII, con la obra de Thomas Paine The Rights of Man (1791-1792). Según se plasmó en las Declaraciones, tanto los revolucionarios franceses como los estadounidenses consideraban que estos derechos eran inalienables e inherentes a la naturaleza humana, incluso verdades "evidentes" según la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Pese a ello, decidieron recogerlos en declaraciones públicas, lo que se justifica por motivos jurídicos y políticos. En lo primero, debe tenerse en cuenta que para el iluminismo revolucionario la Constitución es la que garantiza los derechos y libertades, lo que explica la formulación positiva de los mismos. En lo segundo, se pretendía facilitar la salvaguarda del libre desarrollo del individuo en la sociedad frente a la arbitrariedad del poder: ya el Preámbulo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano afirmó expresamente que "la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos".
Nuevas demandas e internacionalización de los derechos

Además de las luchas obreras, a lo largo de la edad contemporánea los movimientos por el sufragio femenino consiguieron para muchas mujeres el derecho de voto; los movimientos de liberación nacional consiguieron librarse del dominio de las potencias coloniales; y triunfaron diversas reivindicaciones de minorías raciales o religiosas oprimidas, movimientos por los derechos civiles o movimientos de políticas de identidad que defienden la autodeterminación cultural de colectivos humanos.
Posteriormente se han aprobado numerosos tratados internacionales sobre la materia, entre los que destacan la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950, los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de 1966 (Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), y la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969, que crean diversos dispositivos para su promoción y garantía.
Linea cronologica de la evolución historica de los derechos humanos
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